miércoles, 23 de enero de 2013

OTRO VUELO EN POESÍA




de los cielos aprendí los pesares
que pesan más que el aire,
y se enmarañan entre el suelo.

entendí
que no bajará nadie
de los cielos.
no se molestan
en bajarse
hasta el lamento

cuando no hay respuesta.

 
los palos del sombrajo



por cuantas lunas llegaron a tus ojos

me arrastré por las callejas de tus días

de fango

-sin chistarte siquiera una vez-.

 

me eché al frente de la jornada

en que te cegaba la mañana, porque no soportabas tu cara golpeada por luces incisivas,

y yo, alfombra, avanzadilla yo, de tus tropiezos.

 

me retiré al costado -y no me importa si me crees-

cuando pretendías mover el mundo

antes que dar un paso molesto por ver sobre quién reposaste la pisada. 

 

te perfilé tantas espaldas para que te vieras con valor y mirarle de vuelta,

cuando el sol bajaba y te desafiaba a la altura de los ojos.

 

y me clavé en la tierra ante el cenit como avestruz sin orgullo,

así no te oprimiera la evidencia y pudieras mantener el cuello recto,

colgado al aire.

 

por cuantas lunas viste

me doblé en cada esquina, trepé por las paredes hasta los balcones

que no atreviste asaltar.

 

me lancé a los barrancos que mirabas desde el borde.

 

me desdoblé en bajo las farolas, mudé y muté

al antojo de tus paseos entre brillos vaporosos.

 

no dejé de tomar el plomo para tu plomada,

chincheta en el mapa,

el ángulo preciso a la derrota.

 

consumí muchas vidas en la hoguera

para que tuvieras un baile de máscaras.

 

por cada luna,

me ofrecí

en tus cazas nocturnas

a ocultar tus vergüenzas con celo

entre los velos.

 

te di siluetas a la medida móvil de tu ego.

te salvé de enterrarme cuando los castillos de arena,

sábanas de arrojo sobre las muchachas en flor,

y siempre una salida de emergencia en el suelo.

 

por cuantas lunas alcanzaron tus ojos,

sabes, y si no yo te lo digo,

que fui sin excepción el único testigo.

 

robé,

mentí, mordí, ladré, como buen perro,

y me dejé la piel; el rostro por el camino.

maté en tu nombre,

tantas cosas bellas.

 

y tú, 

siamés desventurado

de peso y grosura.

 

tú, eclipse constante

que me tapó la vista.

 

me debes al menos

no darme la cara oscura de tu cara

cada vez que te veo.

 
[Kynikos]




A UNA PIÑA SECA

 

Descansa.

Descansa en la tierra

que te vio nacer.

El cielo, limpio y viajero,

fue testigo de tu ocaso.

Las criaturas del bosque

comieron de tus frutos.

Descansa orgullosa

en tu lecho verde de savia.

Porque has vivido

entre cantos de aves,

entre lluvias y vientos,

entre montañas y arroyos,

dando lo mejor de ti.

Y tal vez,

aunque tú no lo sepas,

te retrate algún caminante

enfocando tu madurez.

O algún viajero poeta

te dedique algunos versos

al contemplarte.

Pero ahora, descansa.

Sueña con paraísos

de vida perenne,

de pinos eternos

y rumores de agua.

Donde siempre se nace.

Donde nada se acaba.

 

[Ceferino Otálora Rubio, 'MOS'] 

 

 

 

2 comentarios:

  1. Muy agradecido en la parte que me toca por encontrarme en este rincón poético junto a gente muy valiosa.

    Un abrazo de Mos desde la orilla de las palabras.

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  2. Hermosos poemas y este dedicado a la piña es un bonito homenaje.
    unos besotessssssss

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