arriba, donde la bóveda se apuntala, en la trastienda de la
noche rociada de
goteras,
cristales sucios escaleras arriba, donde babel no alcanza,
como un horizonte vertical,
y monedas gastadas
con la cara oxidada de cruzar la estigia
demasiadas idas y vueltas,
donde el cuello firme y la vena hinchada,
y la sangre que sostiene la
cabeza
y la sangre en la cabeza
para que el desmayo no entorpezca la
llamada
a la eternidad, y la imagen,
que después de atravesar un espejo tan
espeso,
tan cansada.
de palabra y ceniza.
este lenguaje que me oprime,
y sólo recoge el aire de
nombrarte, y
no te concibe,
el lenguaje que me queda,
el que he perdido,
palabras
que tengo en la punta del olvido;
que el alma se apiade.
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