Todo discurso literario presenta una riqueza inagotable de fenómenos
de sentido. La perspectiva simbólica es una entrada enigmática y sugerente al
mundo de los significados humanos.
Intentemos descifrar la simbología de El lector de Julio Verne.
Nino viaja al pueblo de su madre,
cerca del mar, en Almería, al que ella no había regresado desde hacía diez
años; allí nunca hacía frío, crecían flores en invierno (adelfa, hibisco,
buganvilla) que el protagonista compara con amapolas y margaritas que, en su
pueblo, sólo aparecían en primavera. Desde el punto de vista de la
simbología, nos importa especialmente el regreso de ese viaje, por lo que
reproducimos un fragmento del mismo:
(p. 26) En Almería había aprendido que las
cosas no son como parecen y en las
primeras estribaciones de la sierra, mientras el paisaje se iba ondulando,
acatando de olivo en olivo la voluntad de las montañas que se
elevaban al fondo, volví a pensarlo. La Pava, porque ya estábamos en casa y podíamos
llamar al coche de línea por su nombre, avanzaba siempre cuesta arriba.
Yo miraba por la ventanilla, recordaba la explosiva belleza de las flores que
bordeaban un desierto llano, pedregoso, donde nada más crecía, y me
alegraba de haber nacido tan lejos del mar. Desde la carretera, los
montes parecían sólo piedra y arbustos, rocas yermas bajo un cielo
inclemente, pero quienes habíamos nacido entre ellos los conocíamos bien, y conocíamos
la riqueza que escondían para quien fuera capaz de encontrarla.
El pasaje es fundamental para el desarrollo del
relato, sobre todo por su efecto premonitorio. La primera afirmación nos
conduce al aprendizaje y al tema de “la verdad”. El paisaje se conforma a
voluntad de las montañas, que se nos presentan personificadas, sin hacer
referencia a una relación metonímica entre ellas y quienes las habitan, sino
directamente, como si las montañas tuvieran valor por sí mismas. La cuesta
arriba, efectivamente, representa el sacrificio que, como sabremos más adelante,
es múltiple, afecta a todos por igual. El narrador las contrapone al mar:
aquel no es su sitio, su sitio está en las montañas, que, para él, encierran
la mayor riqueza: la fidelidad a unos ideales.
La continuación de este fragmento es de los más
ricos del libro desde el punto de vista simbólico:
(pp. 26-27) Porque en los montes no brotan
las adelfas, no hay hibiscos tropicales, ni buganvillas con racimos de flores
rojas, rosas, blancas o moradas, pero hay perdices y conejos, liebres y
codornices, patos que vuelan o nadan en los lagos. Los arroyos que bajan de
las cumbres con tanta prisa como si la nieve los persiguiera, acunan truchas
que engordan en su agua dulce, fría, y a veces, en las pozas donde a la
fuerza se remansan, se instalan tumultuosas familias de cangrejos. En las
orillas, crecen caracoles entre algunas hierbas que curan enfermedades, y por
todas partes espárragos silvestres que al final de la primavera están
maduros, como las moras en verano, antes de que el otoño siembre el suelo de
setas comestibles. El invierno es peor, pero en invierno bajan los jabalíes
que huyen del hielo, y los ciervos se desorientan, se alejan de la manada y,
con suerte para los cazadores, se pierden de vez en cuando. En los montes hay
cuevas donde resguardarse del frío, sotos umbríos donde escapar del calor,
colmenas repletas de miel en los huecos de los árboles, y agua de sobra para
beber, para lavar y hasta para bañarse. Hay muchas cosas en el monte para
quien sepa encontrarlas. Por eso, y aunque por una razón o por la contraria
nadie lo dijera nunca en voz alta, todos sabíamos que los montes de mi pueblo
estaban llenos de gente.
Todos los elementos que aparecen en este fragmento representan algo,
esconden un significado. De la misma forma que el engaño y la simulación van
a ser fundamental en todo el libro (verdadero aprendizaje de Nino), la autora nos esconde en esta lírica
descripción varios temas que poco a poco se irán desarrollando a lo largo del
libro.
·
Perdices y conejos, liebres y codornices. La perdiz es, desde la Edad Media, símbolo del
engaño y la simulación (ya hemos advertido de la importancia de este tema en
el libro), pero también es símbolo de la lujuria; el conejo se asocia a la
fertilidad, a la primavera, al renacimiento; la liebre es la lujuria, la
fertilidad (se asocia más al otoño y la abundancia); animal emblemático
lunar, pues duerme de día y tiene actividad nocturna; simboliza también la
prevención, pues duerme con los ojos abiertos. La codorniz está asociada al
ardor amoroso.
Si
tenemos en cuenta lo que ocurre entre el llano y la montaña, podemos observar
fácilmente que nada de todo esto es gratuito. Como la perdiz, los habitantes
de Fuensanta de Martos deben simular y engañar para encontrase con los
hombres que se refugian arriba en la montaña, lo mismo que deben hacer las
mujeres al quedarse embarazadas (lujuria, ardor, pasión, fertilidad, como
simbolizan todos estos animales); y todos, como la liebre, actúan de noche y…
deben estar alerta.
·
Los patos. Son varias las asociaciones del pato; de todas
ellas nos quedamos con el símbolo de la fidelidad, por la costumbre de nadar
juntos. Nino y Pepe el Portugués lo hacen y es evidente en ellos la
fidelidad.
·
Los arroyos (río, pozas, agua, fuente…). Por su condición de
aumentar su caudal a medida que avanza, el río simboliza al caballero que
regresa a casa enriquecido de erudición y fortuna. La pozas representan la
paz y tranquilidad, el agua la vida, la fuente la filantropía, la
esplendidez… Es decir, puede aplicarse a nuestro protagonista, que en esos
encuentros con Pepe irá aprendiendo todo de la vida y, en sus ratos con él,
encontrará la paz.
·
Truchas. Es símbolo de ánimo ardiente en la guerra y tranquilo y
sereno en la paz. Son los animales que mejor se asocian con Pepe el Portugués.
A Nino le dará truchas para su madre, truchas sonrosadas y escurridizas, como
Pepe y, al final, como Nino.
·
Cangrejos. El cangrejo, que también es símbolo del agua,
presenta un caparazón que lo protege del mundo exterior; pero, como cambia de
caparazón mientras crece, representa la resurrección; es evidente su
aplicación al crecimiento de Nino. Ese caparazón será el aprendizaje de Nino,
aprender a simular, a fingir sus verdaderos propósitos e intenciones; el
crecimiento, el cambio y el aprendizaje sería la resurrección.
·
Caracoles. Representa la simplicidad, el vivir con lo
puesto; en Méjico, la resistencia zapatista lo adoptó como símbolo de la
resistencia; en la cultura maya representa la espiral, lo cíclico, frente a
la concepción lineal; por la entrada y salida del caracol de su
caparazón, representa la entrada y
salida del mundo, asomarse y esconderse…. Todas estas asociaciones son
aplicables. La vida de una familia pobre, sin ostentaciones, la educación en
lo simple… La resistencia de la guerrilla… Lo cíclico, en una guerra que no
se va a acabar nunca… La simulación, la doble vida…
·
Hierbas que curan enfermedades. Las hierbas representan
la ocultación y, por su capacidad de sanar, la esperanza y la ilusión, por un
lado y, por otro, el éxito y la consecución.
·
Espárragos silvestres (primavera), moras (verano)
setas (otoño). Entre los elementos de la flora descritos se
establece cierta simetría con la fauna en lo referente a su significación. El
aspecto fálico del espárrago (“crecen por todas partes”) nos conduce los
guerrilleros que desean estar con sus mujeres, especialmente en primavera,
momento idílico para los encuentros amorosos; pero las moras representan los
placeres que rápidamente caducan, es decir, lo efímero de esos encuentros;
las setas, por su parte, se relacionan con el engaño (comestible/venenosa),
tarea necesaria para hacer efectivos esos encuentros.
·
Jabalí que huye del hielo. El jabalí simboliza
el desenfreno y la osadía temeraria, al mismo tiempo que la intrepidez y el
arrojo. Ésta es la actitud de algunos guerrilleros, como Elías el Regalito,
que en su ardor amoroso (antítesis del hielo) desafía los peligros para
encontrarse con Filo.
·
Ciervos que se desorientan, se alejan de la manada… suerte
para los cazadores. El
ciervo es un animal que representa el ánimo esforzado, que saca y recobra
energías aun en las ocasiones más adversas. Pero, si se desorientan pierden
toda su capacidad y energía. Esa desorientación viene a identificarse con los
arrepentidos o los delatores, que se
alejan de “la manada”, del grupo que conforma la guerrilla recluida en las
montañas; en esas, ocasiones, “los cazadores”, es decir, la Guardia Civil, pueden hacerse
con ellos.
·
Miel. Simboliza la dulzura, la suavidad, el sumo bien celestial o
terrenal; por consiguiente, también el estado de felicidad. Por su valor
alimenticio simboliza la energía vital y la inmortalidad. En la Antigüedad, era un
alimento místico, ya que lo produce un animal inocente a partir de las
inocentes flores y, además, sin necesidad de hacerle ningún daño. Simbolismo,
pues, de conocimiento espiritual, de iniciación, paz y tranquilidad. La
interpretación psicoanalítica es de “símbolo del yo”, de la plenitud del
proceso individual de maduración. Insistimos en este símbolo por su doble
significación en la novela. Sanchís solicita a Pepe miel para Pastora, cuya
relación es el símbolo de la dulzura en grado sumo. Pero la miel también es
una clave entre ambos, un código establecido por quienes tienen que simular
para ocultar su condición a favor de su causa, en busca de la felicidad.
Además, la inocencia, aparente, estaría representada en Pepe el Portugués.
*** Con este breve pasaje
descriptivo, podemos hacernos una idea de la intencionalidad de Almudena
Grandes en su tarea de escribir. Admiradora ferviente de Benito Pérez Galdós,
basa su arte narrativo en la verosimilitud, en el realismo más puro, aunque
salpicado de lirismo; al igual que él, los elementos que otorgan veracidad al
relato (documentación exhaustiva, fiel recreación histórica, autenticidad de
lo cotidiano…) se impregnan, al mismo tiempo, de una simbología perfectamente
apoyada en el desarrollo de la acción, por lo que nada es gratuito. Por ello,
el lector debe tener en cuenta esta intencionalidad y descifrar ese lenguaje
simbólico.
En la novela se recrea la actividad de la recova, forma de vida de las
clases más humildes durante la posguerra y, por supuesto, perseguida. Filo la Rubia la practica. De los productos con los que
mercadea nos interesan los huevos y las brevas. Los huevos son siempre
símbolo de la fertilidad; los higos simbolizan también lo fértil y la
abundancia, la capacidad para multiplicarse; frente a otros frutos, el de la
higuera se recoge poco a poco; los higos maduran normalmente en otoño; sin embargo,
las brevas permanecen latentes si llegan los fríos y maduran con el calor y
las lluvias de la siguiente primavera, por lo que son frutos más jugosos.
Huevos y brevas representan en Filo esa fertilidad de la que carece Pastora,
compañera de Sanchos.
Ciertos elementos, aparentemente aislados, adquieren significación en
la novela. Doña Elena advierte a Nino que si se ausenta por algún motivo,
dejará un pañuelo en una rama del tomillo que tiene junto a la entrada. Según
los griegos, el tomillo nacía de las lágrimas de Helena y tenía
poderes curativos. En los países mediterráneos se consideraba como una planta
protectora del hogar: colocando unas
ramas de tomillo en un rincón se creía que evitaba la caída del rayo y las
malas influencias; otras creencias le atribuyen el evitar pesadillas si se coloca bajo la
almohada; también se utiliza en hechizos que favorecen la autoestima, la
energía, la seguridad. Pero la simbología más frecuente del tomillo es la
representación del coraje, de la elegancia y del estilo, cualidades
perfectamente aplicables a la maestra de Nino, cuya casita está presidida por
ese tomillo.
La llave de la casa, que
doña Elena dejará escondida durante su ausencia para que Nino pueda seguir
yendo a coger libros, representa la iniciación y la sabiduría. Esa gran biblioteca que tanto admira Nino no
es otra que la representación de la felicidad.
Con Doña Elena, Nino toma pestiños y bebe vino dulce de Málaga. Ese rito de tomar, especialmente dulce,
nos remite al mundo de las hadas, a Alicia en el país de las maravillas,
y representa la transformación. Es evidente la transformación que Nino
sufre durante sus clases con doña Elena. Lo mismo que le ocurre con la compañía
de Pepe, con quien gusta merendar y bebe limonada; los limones que corta Pepe representan lo ácido, lo amargo, lo
que Nino debe aprender… toda la verdad. Asimismo, la transformación viene
representada por el cambio de piedras a botellas con fundas (calefactores) de
la mano de la madre, aun sin tener la edad.
Algunos de los nombres propios escogidos posen valor por sí mismos. Además
de la cercanía fonética con Cristino, personaje real en quien Almudena
Grandes basa su historia, en la significación del nombre de Antonino
se encierra una lucha entre los deseos de actuación rápida y la tendencia a
replegarse sobre sí mismo, rasgos más aplicables al hijo que al padre. En Sanchís, conocido con el
sobrenombre de “El ángel de las mujeres”, su nombre, Miguel, remite al Antiguo Testamento,
al Libro de Daniel, que lo llama “Príncipe”
del pueblo elegido; en las Cartas de
Judas, se le representa en su lucha con Satanás: lideró la defensa de
Dios cuando se sublevaron los ángeles del diablo. No es descabellado
atribuirle a Sanchís la misión de defender unos valores arrebatados por un diablo…
cuya identidad todos podemos adivinar. El nombre de su compañera, Pastora,
se identifica con el cobijo, la protección, lo que Sanchís encuentra en ella.
Filomena, que en griego significa “la muy amada”, se relaciona con la
arrogancia y el orgullo, la altivez y el idealismo, cualidades propias del
personaje.
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